25 de abril de 1792. Francia ha declarado la guerra a Alemania. El alcalde de Estrasburgo, Friedrich Baron Dietrich encarga al capitán Rouget de Lisle componer algo para animar a las tropas que han de partir.
El día ha sido agotador, demasiadas emociones. Exaltación en las calles, discursos, brindis y a la vez temor.
Es media noche y Rouget de Lisle se interna en el número 126 de La Grande Rue donde vive. En su cabeza resuenan los gritos de la calle, las conversaciones de los militares, la tensión del momento.
Empieza a escribir, mientras improvisa una melodía con su violín. En su mente se desata un huracán de sentimientos. El odio a los tiranos, su amor por la libertad, el deseo de la victoria. Escucha el paso marcado de los soldados, el estruendo de los cañones. No puede parar de componer hasta que al amanecer, su música se convierte en el grito de todo un país. Ha nacido el himno de un pueblo entusiasmado por la victoria.
Pronto «La Marsellesa» prende en el alma de la gente y rápidamente se convierte en la consigna de una nación y de todo un ejército que lo canta en cada batalla.
Pero toda la gloria recáe en la canción, nadie se pregunta quién la habrá escrito. El nombre de Rouget de Lisle no figura en el texto. Ha sido el genio de una sola noche.
La opinión de Soficó. 10 años.
Soficó & Mum 
