Han publicado mi cuento. Bieeeen!

Sí, ya está impreso en letras cursivas. Se titula «El Pastel» y fue el ganador del mes de julio, el tema de ese mes era: rojo.

d5c13f2a5f48726f01d0f89b600c9930Aquí os lo dejo para quien quiera leerlo. Es breve sí, pero intenso. Ja,ja. Ya me diréis si os ha gustado.

EL PASTEL

-Tres medidas de harina, dos de blanca azúcar y una, sólo una de aceite- tarareaba la muchacha mientras que al compás de una música inaudible, iba batiendo y entrelazando la harina con el azúcar, el azúcar con el aceite. Sin querer, iba creando paisajes cambiantes donde unas veces predominaba más el blanco y al siguiente giro de muñeca, era el amarillo el que dominaba.

-Ahora tres yemas de huevo-. Y como si de tres soles se tratasen, fueron cayendo una a una sobre la masa de ese dulce mundo.

-Una pizca de levadura-. Su mano se alzó e hizo que nevara.

Los rayos de la tarde lamían los cristales de la cocina. Los árboles, cubiertos por el otoño, lucían sus colores más intensos ahora, justo antes de que el sol se sumergiese en el bosque.

-Y hoy… un toque especial- dijo la chica sin dejar de canturrear mientras que tres gotas de arsénico se zambullía sobre la mezcla, desapareciendo tan rápidamente que parecía que nunca hubieran estado allí.

Las ágiles manos abrieron el horno, previamente calentado, y éste se tragó el pastel.

La chica se desplomó sobre el sofá, suspiró y cogió la laca de uñas que estaba sobre la mesita. Y mientras esperaba a que su creación se cociese, comenzó a pintarse sus uñas. Eran cortas y a algunas le faltaban las esquinas, cosa que denotaba que a veces los nervios le daban hambre.

Una por una fue cubriéndolas con su color favorito. Cuando acabó, se las contempló satisfecha y comenzó a menear las manos arriba y abajo, arriba y abajo, impaciente por terminar el trabajo.

Ya tendría tiempo de tomarse la vida con más calma, cuando fuese tan vieja como la abuelita. No veía, ni caminaba y estaba sorda como una tapia. Por eso todas las tardes tenía que visitarla.

Con lo bien que estaría ella saliendo de aquí para allá como hacían sus amigas. Yendo a fiestas, conociendo a gente interesante y a chicos. A chicos que la sacaran a bailar… Pero no, ella no podía. ¡Y estaba tan cansada de esperar…!

La noche acababa de nacer cuando por fin el pastel estaba horneado. Así que le puso una guinda, lo metió en una caja y la caja en una cestita. Agarró su caperuza, a juego con sus uñas, y se fue contoneándose a ritmo de salsa por el bosque.

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