Los exquisitos Kinder Sorpresa de la Corte Imperial Rusa.

«Recibí de mi abuelo, como regalo de cumpleaños, un pequeño huevo. En su interior guardaba un complejo mecanismo que permitía que el huevo sólo se abriese en el día de mi aniversario. Durante los escasos segundos que permanecía abierto, un pequeño tren daba vueltas en su interior para luego cerrarse hasta mi próximo cumpleaños». Ella lo conservó hasta su muerte. Su abuelo era Carl Fabergé.

Esta ingeniosa manera de estar siempre presente en el cumpleaños de su nieta, me ha resultado tan original y tan entrañable, que me apetecía compartir esta anécdota con vosotros.

Incluso podría ser el argumento de un fantástico cuento ruso. Lo que sí me parece de cuento es el fabuloso trabajo de Carl Fabergé.

El último de los grandes orfebres trabajaba en el número 24 de la calle Bolshaya Morskaya en San Petersburgo. Hasta allí, un día de 1883, llegó un encargo del zar Alejandro III, su primer encargo. Le pidió que creara un huevo de Pascua para la Zarina Marí. Fabergé construyó un huevo de platino que contenía uno más pequeño de oro. Al abrirse este último, aparecía una gallina de oro en miniatura que llevaba sobre su cabeza una réplica de la corona imperial rusa, A la Zarina le gustó tanto que el Zar le encargó al maestro orfebre un huevo de Pascua para cada año.

Esta tradición fue continuada por su hijo Nicolas II que solía regalar por esas fechas un huevo a su madre y otro a su esposa. Así fue como Carl Fabergé pasó a estar bajo el mecenazgo de la corte imperial rusa.

Creó objetos magníficos, piezas de gran precisión donde imperaba la creatividad. Sus huevos se hicieron mundialmente famosos porque además de ser exquisitos, en su interior siempre se ocultaba una sorpresa. ¿Será de aquí de donde nace la idea actual de los huevos Kinder? Quién sabe.

La opinión de Soficó.

A mi me interesan más los huevos Kinder porqué con los Fabergé no tengo nada que hacer.

6 comentarios en “Los exquisitos Kinder Sorpresa de la Corte Imperial Rusa.

  1. Es una historia preciosa, como preciosa es esa tradición rusa y la herencia que ha dejado en los famosos y lujosos huevos del maestro Fabergé. Supongo que Kinder supo en su momento sacarle partido a estas obras maestras convirtiendo esa idea de alta orfebrería en un dulce tentador y muy comercial para los niños. Desde luego, lo hizo con éxito. Y, claro, como dice Soficó, ellos prefieren un Kinder, y nosotros para ellos también, ¡¡¡ imagínatelos manipulando un carísimo Fabergé para jugar!!!

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